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¿ES NECESARIO ESE VIAJE?
La frecuencia y velocidad con que viajamos ha supuesto uno de los
mayores cambios en la vida occidental durante el último siglo.
Los medios de transporte también han cambiado radicalmente.
En 1890, el 80% de las distancias se recorrían a pie o en
bicicleta; actualmente, no llegan al 3%. Para el otro 97%, del
cual las cuatro quintas partes se recorren en coches particulares,
se consumen grandes cantidades de combustible, tiempo y terreno,
provocando una grave contaminación, además de mucho ruido.
En España hay más de trece millones de automóviles.
Una encina proporciona el oxígeno que consumen diez personas. Un automóvil consume en una hora el oxígeno que 800 personas en un día. Es decir, un automóvil consume en una hora el oxígeno que 200 encinas tardan un día en producir. Estas cifras se disparan para los miles de aviones a reacción que surcan cada día el cielo cargados de turistas.
Para la mayoría de nosotros, el simple deseo de viajar es
suficiente justificación para hacerlo; no nos preguntamos por qué
viajamos. Mucha gente ha renunciado ya al turismo
organizado a los lugares clásicos (evóquense las fotos ante el
Coliseo, la torre Eiffel o el Partenón), por considerarlo una
actividad alienante y hasta hortera; sin embargo, los críticos
de esos viajes emprenden sin la menor reflexión los que hoy han
tomado el relevo de aquellos: Marruecos, Túnez, Cuba Lanzarote,
etc. En ambos casos se trata de una simple actividad de
consumo más, realizada de forma cada vez más mecánica y masiva,
en la que socialmente se da por sentada la inteligencia
medianamente superior de quien la practica. Pero un viaje
no puede ser una exigencia ni una rutina; tampoco una búsqueda
de sensaciones fuertes que nos saquen de la cotidianidad. Debemos
aprender a ser viajeros, no turistas. Y cuando,
eventualmente no sintamos esa necesidad espontánea de búsqueda
y aprendizaje, podemos quedarnos tranquilamente en casa: muchos
viajes no exigen desplazarse en el espacio.
Los viajes requieren vehículos y motores, y tienen consecuencias importantes y de largo alcance sobre el medio. Debe sopesarse el coste, así como las ventajas de cada medio de transporte. La política oficial sobre el transporte debe considerar todos estos costes. No debería hacerse ningún viaje organizado a los países del Tercer Mundo. Eso sólo enriquece a las empresas de Occidente y caricaturiza al país.
QUÉ PUEDES HACER.
· Recapacita sobre las consecuencias de tus viajes y a menos que vayas andando o en bici, para disfrutar-. El viaje debe tener un equilibrio entre velocidad, comodidad, gasto, estrés y trastorno ambiental.
· Siempre que puedas, camina o utiliza la bici.
· Independientemente de cómo viajes, tómate siempre el tiempo suficiente para llegar con tranquilidad.
· No recurras sistemáticamente al coche, especialmente para trayectos cortos. Piensa que muchos viajes efectuados en áreas urbanas tienen recorridos inferiores a los 5 Km., y que los coches en la ciudad suelen circular con una velocidad media de 14 Km./hora.
· En las distancias más largas, el transporte público es mucho menos perjudicial para el ambiente que los coches, así que infórmate sobre los servicios disponibles y úsalos.
· Cuando viajes, hazlo para aprender de los lugares que visites. No te sepa mal olvidar de vez en cuando tu cámara fotográfica; una sensación intensa es mucho más imperecedera que cualquier fotografía.
· Experimenta distintas formas de hacer tus desplazamientos cotidianos y adáptalos al clima y la temporada. Véase en la Revista Integral nº 118 el artículo "La tiranía del automóvil". Para aficionarse a la bicicleta existen cada vez más revistas y libros, así como grupos cicloturistas.
¿A QUIÉN BENEFICIA PLANTEARSE LA NECESIDAD Y LA FORMA DE UN VIAJE?
Pasamos muchas horas al año -sumadas dan varias decenas de días de trabajo- desplazándonos. Piensa cuánto estrés y aburrimiento podrías ahorrarte organizando tu vida de forma que necesitaras viajar menos de lo que lo haces actualmente; después considera el dinero que te ahorrarías.
Nuestro actual sistema de transporte hace que buena parte del entorno sea peligroso para los seres vivos, y no sólo para los seres humanos. Los niños y ancianos corren un riesgo añadido en las carreteras.
Disminuir la cantidad de viajes supone condenar menos recursos no renovables y contaminar menos. También implica menos superficie de terreno para la infraestructura del transporte, salvando así la naturaleza y la vida silvestre. Recapacita sobre las ventajas e inconvenientes de autopistas y autovías, no sólo para los conductores, sino también para los pobladores de las zonas que atraviesan.